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Conoce al amor de su vida en 1986, decide buscarlo cuatro décadas después y todo acaba de forma inesperada: “No te conozco”

Bautista tenía una historia de amor con Carrie sin cerrar que no le dejaba vivir en paz y su desesperación por dar con ella le llevó a contratar unos detectives.

Conoce al amor de su vida en 1986, decide buscarlo cuatro décadas después y todo acaba de forma inesperada: “No te conozco”
Marta Rodríguez Peleteiro
Su trayectoria en Prisa comenzó en AS, en 2006, en la sección de Cierre. Posteriormente asumió la coordinación de la revista AS Color y la redacción de los blogs Match Point y Erratas de Campo. En 2017 pasó a formar parte de PrisaNoticias, en el control de producción de El País y AS, y volvió a AS a finales de 2022, como redactora de Tikitakas.
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Los amores de juventud dejan en las personas una huella imborrable que sobrevive el paso del tiempo. Romances que superan con creces las historias que vemos reflejadas en la gran pantalla, pero que no siempre tienen un futuro o salen adelante. Como fue el caso de Carrie y Bautista, dos argentinos que se enamoraron en la veintena, pero cuyos caminos debieron discurrir por separado, tal como ha contado él al portal Infobae cuatro décadas después.

Ambos tuvieron un amor clandestino tras conocerse por casualidad en la discoteca Bamboche, en el barrio de Flores, en 1986. “Era una bomba atómica”, explica Bautista, quien la recuerda alta, de pelo castaño claro y ojos verdes. Él, cuatro años menor que ella, la invitó a bailar, y ella aceptó. Y luego llegó el beso: “¡Y qué beso! ¿Viste cuando se te mueve todo por dentro? Sin dudas el mejor primer beso de mi vida”.

Pero después le confesó que era la primera vez que salía, ya que estaba comprometida y tenía tres hijos de los que hacerse cargo. “No estoy buscando nada pero sos un buen pibe”, le espetó. A él no le importó y siguieron viéndose con frecuencia.

Como él no tenía esperanzas, durante el tiempo de esos encuentros también intento hacer su vida, y conoció a Mariana, una bibliotecaria de Villa Urquiza con la que tuvo un hijo diez años después. “Yo hubiera querido todo con ella, pero bueno…”, cuenta él, sabiendo que aquella historia no estaba cerrada. Un día quiso sorprenderla y se fue a su casa, pero se había mudado sin avisarle. Fue su hermana, quien la acompañaba aquella noche en la discoteca, quien, un día, tras cruzarse en la calle, le confirmó que esta se había separado.

Le dio su dirección y se volvieron a encontrar, pero él ya tenía planes de boda. Poco después, en verano de 1988, ella se despidió de él para siempre: “Me voy a volver a juntar con el padre de mis hijos, no nos vamos a poder ver más”. Pero en la cabeza de él, al menos, aquello no era el final.

El desenlace

Nunca dejó de pensar en ella: “Era involuntario. Todo me la recordaba. Había una publicidad de un chocolate, que pasaban cada dos por tres, en la que la chica era idéntica a mi Carrie y cada vez que la veía imaginaba volver a tenerla en mis brazos”, recuerda.

Así, con 62 años, e incluso después de mudarse de ciudad, mientras iba a hacerse unas gafas nuevas, creyó haberla visto y todo se le removió por dentro hasta decidir buscarla. Lo intentó a través de las redes sociales, pero no hubo suerte, así que contrató a una agencia de detectives por un precio nada desdeñable y estos le devolvieron una dirección y un número de teléfono.

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Esperó muchas veces por la zona, pero nunca se la encontró. Le mandó un mensaje a través de WhatsApp, pero tampoco hubo respuesta. Así que se inclinó por escribirle una carta y dejarla bajo la puerta. Aquello sí logró una reacción, pero no la esperada: “¿Qué querés? No te conozco. No vuelvas a mi barrio. Esto es acoso”. Y no fueron felices ni comieron perdices.

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