Pánico a Lamine, pánico atrás
La ida dibujó un escenario de contrastes para el Barcelona que le obliga a una gestión más eficaz.

Aunque en Montjuïc pareció que nadie reparara en la vuelta por la emoción, vistosidad y valentía que presidió la noche, el partido dejó trazado aun así las virtudes y los defectos del Barcelona y el Inter. Si los de Flick resultaron un vendaval en ataque, liderados por una actuación de época de Lamine, atrás volvieron a transmitir una sensación de vulnerabilidad preocupante. En cierto modo, se vieron dos encuentros en uno.
El Barcelona se corrigió de un inicio doloroso y comprobó que tiene argumentos de sobra para desmentir la cacareada fiabilidad defensiva del Inter. Casi todo lo bueno sucedió a través de Lamine. No fue casual que el extremo se desempeñara con tanta grandeza. Hubo un trabajo detrás que seguro que Flick pretende alargar en Milán. El bloque del Inter, con los cinco defensas cuando está en una posición de repliegue intensivo, basculó en exceso por lo que la circulación rápida de lado a lado liberó a Lamine en la banda. El Barça se agrupó muy bien por dentro y fue capaz de juntar pases para desgastar y mover a la defensa italiana. Las posiciones interiores de Raphinha, Olmo y Ferran procuraban que los centrales de Inzaghi no pudieran salir de zona. Su labor era fijar a la zaga. Además, Ferran ofició con la destreza que suele hacerlo en sus desmarques en profundidad para estirar al rival. Hay pocos delanteros con su inteligencia dinámica en el área.

Bajo este contexto, Lamine se aprovechó de los espacios que le habilitaron sus compañeros y la distancia que se delineó entre Bastoni y Dimarco. La joya de Rocafonda intervino en 102 ocasiones, solo por debajo de De Jong (112) y Pedri (107), ambos decisivos en la gestión de la posesión. Pudo jugar de cara y encarar a su par. En el extraordinario gol que marcó, se facilitó en la conducción de que los centrales del Inter tuvieran marcas que atender. Después, en la jugada del larguero, recibió con tiempo y espacio para desbordar a Dimarco.


En cualquier caso, seguro que Inzaghi tomó nota y rectificará la lejanía de Bastoni y Dimarco, además de que podría implementar un sistema de ayudas más férreo con incluso un doble marcaje en el que participaría Carlos Augusto. Lo bueno para el Barça es que, si así lo decide, tendrá opciones de superioridad en el otro lado con Pedri al mando de la batuta. El gol de Raphinha en la ida es un ejemplo de cómo el Inter distrajo su vigilancia al atacar el brasileño el espacio entre Dumfries y Bisseck.

El campo abierto
El plan de ataque de Flick respondió a la perfección. No así el ejercicio defensivo de su equipo, que hizo aguas en el balón parado y sufrió en las transiciones. Al alemán le toca mediar para que el decorado cambie en la vuelta. En Montjuïc y es probable que repita en Milán, Inzaghi renunció al balón —solo un 28,5% de posesión—y simplificó la salida de su equipo con balones en largo para el duelo directo de los puntas —primero Lautaro y Thuram, después Thuram y Taremi— contra los centrales del Barça. En esas situaciones, si el equipo blaugrana perdía la disputa y la segunda jugada quedaba muy expuesto.

En el lado débil, por el que se proyectó un Dumfries imparable —casi el 67% de las ocasiones creadas fueron por la banda derecha— con profundidad y energía, se generaba un agujero que el Barça es capaz de taponar ni por colectivo ni a nivel individual.

Parece que Flick apostará por Eric e Iñigo en los laterales, dos jugadores que no destacan por su velocidad y que necesitarán anticipar. Menos previsible es un cambio de sistema, algo que el alemán no ha hecho en toda la campaña. El Barça tendrá que ajustar más si cabe las vigilancias con su línea tan adelantada, cuidar bien el balón para no perderlo cuando haya demasiada distancia entre jugadores y atender a los lanzadores como Barella y Calhanoglu cuando los delanteros descarguen hacia ellos. Si no lo hace, su crédito ganador se reducirá, aunque a nadie debería sorprender que ni hasta en esa tesitura salga airoso. Su capacidad para sobreponerse y su orgullo competitivo exhibido toda la temporada también le funcionan como remedio contra la fragilidad.
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