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Jon Rahm abre el candado de Oakmont en el US Open

Arranque muy sólido del vizcaíno, 69 golpes (-1), en un campo que desquicia incluso a Scottie Scheffler.

Jon Rahm abre el candado de Oakmont en el US Open
ERIK S. LESSER
Jorge Noguera
Nació en Madrid en 1995. Doble grado en Periodismo y Audiovisuales por la Rey Juan Carlos. Un privilegiado, hace lo que siempre quiso hacer. Entró en AS en 2017 y se quedó. Salvo un paréntesis en Actualidad, siempre en Más Deporte. Allí ha escrito sobre todo de rugby, golf y tenis. Ha cubierto el British Open, la Copa Davis o el Mutua Madrid Open.
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Oakmont iba a ser Oakmont y la USGA iba a ser la USGA. La duda estaba en si Jon Rahm sería Jon Rahm. El de Torrey Pines en 2021, el del Masters 2023, el del último PGA Championship, su aproximación más fidedigna al golfista especial que es que se ha visto en los grandes en el último año y medio. Y Jon Rahm fue Jon Rahm en un arranque muy sólido de US Open este jueves, con una vuelta de 69 golpes (-1), la primera ronda inaugural que acaba en el top-10 en una cita del Grand Slam desde su fichaje por el LIV. Su décima por debajo de 70 golpes en este certamen desde 2019, estadística en la que solo le mejoran McIlroy (14) y DeChambeau (12).

El vizcaíno, un golfista aparentemente construido para enfrentarse a campos como el monstruo de Pittsburgh (EE UU), en el que ya fue el mejor amateur hace nueve años y donde han triunfado tipos corpulentos que dominan la bola abierta como él, véase Nicklaus, Hogan o Dustin Johnson, jugó toda la tarde con el manual de instrucciones en la mano. Solo cayó en las fauces del rough de Oakmont, un alambre de espino que descuartizó las tarjetas de muchos (solo 12 jugadores mejoraban el par al cierre de esta crónica), en dos ocasiones en sus 15 primeros segmentos. “Estoy extremadamente feliz. He jugado increíble. Diría que casi todas las salidas han ido a la calle o al primer corte. Eso ciertamente facilitó mucho el día. Hice un gran trabajo de ser paciente”, diría.

Por ahí se abre el candado del laberinto favorito de la organización, que no ha elegido ningún otro diseño de su amplio arsenal tantas veces para acoger alguno de sus torneos como este. La primera ronda se jugó en 74,6 golpes de media, más de cuatro por encima del par. En total se contabilizaron 328 birdies. A algo más de dos tocaron cada uno de los 156 jugadores que tomaron la salida. Muchos que tenían papeletas en las quinielas previas tiraron prácticamente todas sus opciones en el primer asalto, como Shane Lowry (+9) o Justin Thomas (+6). Incluso el citado DJ, el último en rendir Oakmont en 2016, pasó las de Caín (+5).

El León de Barrika arrancó con un bogey tempranero en el 11 (salió por el 10) que no le hizo mella. Sujetó la vuelta a base de pares esperando una oportunidad que llegó entre el 3 y el 4. Descontó tres golpes en ese tramo con un par de láseres. El segundo le puso a tiro el eagle, uno de los siete registrados este jueves, resultado solo mejorado por el albatros de Patrick Reed al cuarto, uno de los cuatro que se han conseguido en 125 ediciones de torneo.

Mientras Scheffler (+3), que iba en su turno y dejó algunas estampas de desesperación a las que no acostumbra, y McIlroy (+4) o DeChambeau (+3), que jugaron un turno matinal algo más amable (como Josele Ballester, que se fue a +6), tapaban como podían los huecos que este campo es capaz de abrir incluso en el casco de los grandes acorazados del panorama, Rahmbo se arrimaba a J. J. Spaun, el líder con -4 tras firmar los mejores nueve primeros hoyos de un debutante en Oakmont. Su ejercicio aguantó la oleada vespertina como el mejor del día.

Cerca de igualarlo anduvo Brooks Koepka, uno de los grandes depredadores en este ecosistema, del que ha salido campeón en dos ocasiones (2017 y 2018). Su temporada hasta ahora en el LIV es discreta y su papel en los dos primeros grandes del curso, el Masters y el PGA Championship, este último el que completa su palmarés en el Grand Slam con tres entorchados, no invitaba a esperar mucho de él estos días, pero volvió a dejar claro que es una máquina configurada para grandes escenarios con un 68 (-2). Si no llueve el fin de semana, su cosecha podría ser todavía más valiosa llegado el domingo. La última vez que empezó un grande en el top-10, en el PGA de Oak Hill en 2023, acabó alzando a Copa Wanamaker.

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