Así es Oakmont: una oda a las leyes de Darwin
El campo de Pennsylvania, la prueba del algodón definitiva, cumple diez ediciones, récord, como sede del US Open.


Si uno sale de Pittsburgh (Pensilvania, EE UU) por la Insterestatal 76 atravesará el Oakmont Country Club, sede desde este jueves del US Open. Lo hará literalmente, una de las curiosidades de esta catedral del deporte estadounidense, casi como si una línea del metro londinense cruzara la Centre Court de Wimbledon. El progreso no respeta nada.
En Oakmont, trazado por Henry Fownes y su hijo, William, abierto en 1903, se han jugado con esta 10 ediciones del US Open, más que en ningún otro sitio; han ganado Hogan, Nicklaus en un duelo memorable con Palmer en el 62, Els, Dustin Johnson o Ángel Cabrera. Allí, en un trazado recurrente en las listas de los mejores y a la vez más difíciles del planeta, impera la ley de Darwin, la del más fuerte.
Solo eso explica que hasta 1953 los bunkers, 168 en toda la propiedad actualmente, se rastrillaran en surcos de pulgada y media perpendiculares al hoyo, bajo la premisa de que, en ausencia de agua, las zonas arenosas debían constituir una auténtica penalidad. Esa mentalidad al final llevó a los jugadores a amenazar con boicotear el US Open ese año. No aceptaron jugar hasta que no se llegó a un acuerdo por el que esa técnica dejaría de emplearse en los bunkers que flanqueaban las calles.

“Ponías una moneda para marcar la bola y se deslizaba green abajo”, describió la ferocidad de sus greenes en 1962 Sam Snead. Su principal defensa, sin embargo, es la distancia, 6.740 metros para un par 70, con siete de los pares 4 por encima de los 400 metros y sus dos pares 5 más allá de los 540. El 8, un par 3, se va a jugar en 270.

“Oakmont es un desafío extremo y sucederán muchas cosas desafortunadas: calles difíciles de coger, malas posiciones, bunkers y greenes complicados... Será una buena prueba, una muy difícil. Y creo que es una de las mejores representaciones de lo que es un Abierto de Estados Unidos”, apuntaba en su rueda de prensa Rahm, uno de los que presenta las condiciones atléticas necesarias para enfrentarse a un rough de más de cinco pulgadas como el que se ha dispuesto. “No es un campo en el que te plantes en un tee y digas ‘Ey, puedo fallar por ese sitio’. Aquí normalmente si fallas por la derecha, mal; si fallas por la izquierda, mal. La mayoría de los lies que vas a tener en el rough vas a poder pegar un hierro 7 si se te queda arriba y sino seguramente tengas que sacarla a calle con un wedge 40 metros”, analizaba el número uno del mundo, Scottie Scheffler.
Hace días, en un reconocimiento, McIlroy anunció que le hizo un 81 a la criatura, en manos de la USGA y aquella filosofía delineada por el excomisionado Sandy Tatum, “no pretendemos humillar a los mejores del mundo, tratamos de identificarlos”, la prueba del algodón definitiva.
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