Las averías del Madrid y el Barça, ¿accidente o tendencia?
El Fenerbahçe gana una Final Four sin ningún equipo español 21 años después. ¿Y ahora qué? ¿Están los grandes de la ACB a la vanguardia del baloncesto europeo?

La Final Four, la del 25º aniversario de la Euroliga, acaba de concluir en Abu Dabi con la gran conquista del Fenerbahçe de Jasikevicius, y de Maurizio Gherardini en los despachos. Por primera vez desde 2004 no hubo ningún club español peleando el título. El Baskonia no optó ni al play in; el Real Madrid terminó octavo tras pasar por el play in y no pudo con el Olympiacos, el líder, aunque un triunfo más (quizá aquel que se el escapó en la última décima ante el Maccabi) le hubiera metido cuarto en las eliminatorias con ventaja de cancha; y el Barcelona terminó quinto (igualado, pero por delante del Efes y del Madrid) y se sobrepuso en el Palau a un 2-0 para tener el último tiro para ganar en Mónaco, una acción en la que Punter se equivocó. Los dos grandes no estuvieron tan lejos, sí; sin embargo, no llegó ninguno. La cuestión ahora es si es algo totalmente circunstancial o si puede ser una tendencia en los próximos años, que lo habitual, que el baloncesto español tenga siempre un equipo en la Final Four, deje de serlo.
La Liga Endesa se mantiene de largo como la más importante de Europa y sus clubes son protagonistas casi siempre en las finales, no en esta Euroliga, pero sí en la Eurocup (Gran Canaria, subcampeón), en la Champions FIBA (Unicaja ganador) e, incluso, en la FIBA Europe Cup (histórico título del Bilbao Basket). Una competitividad que hace más fuertes a los equipos españoles, aunque con el calendario extendido de la Euroliga (y más que lo va a estar con la más que probable ampliación a 20 equipos) puede llegar a pasarles una factura muy seria. En abril y mayo, por ejemplo, mientras que el Madrid y el Barça seguían compitiendo con semanas de tres partidos entre lo nacional y lo continental, el Olympiacos dispuso de un mes de descanso en su Liga para centrarse solo en Europa. Una ventaja que puede condicionar un playoff al límite.
¿Salida de pista circunstancial o tendencia? Se lo preguntamos así a la Inteligencia Artificial, a una de ellas, y se decanta más por lo circunstancial que porque pase a ser algo común. Los argumentos de la IA no nos convencen por completo. Responde poniendo el acento en el presupuesto, la historia, la regularidad, incluso por haber sabido cambiar de ciclo con éxito en otras ocasiones. Y todo eso es cierto y quizá lleve razón, pero toca tener en cuenta otras variables, el movimiento actual en el baloncesto del Viejo Continente, y eso sin contemplar, claro, una escisión de la competición por la entrada conjunta de la FIBA y la NBA.
Ataman, ser el mejor en todo
Ergin Ataman, tan ganador como brabucón a veces, decía durante el curso que el Panathinaikos es el número uno (y el viernes dejó de serlo) porque tiene lo mejor en todo. Se refería a la plantilla, la afición, el pabellón (reforma complete del OAKA), el parqué de cristal… Puede parecer prepotente, pero su dedo apunta bien a la clave, a la esencia de esto, algo que conoce el Fenerbahçe, nuevo campeón: para estar siempre en la cima toca ser el más brillante en muchos aspectos, y no todos estrictamente deportivos. Y conectar con tu gente. Así pasó con el Barça de Bodiroga y Jasikevicius y con el de Navarro y Pete Mickeal en sus dos únicas Euroligas (talento que transmitía, juego y emoción más allá de ser dos plantillones), y con el Madrid de Laso y de su vieja guardia vikinga.
¿Están ahora los dos grandes españoles a la vanguardia europea al margen de sus plantillas? El Barça, de momento, sigue jugando en un pabellón que no cumple las condiciones mínimas exigidas y su media de espectadores es la segunda peor (6.212 aficionados por jornada en la fase regular), solo por delante del Mónaco, a la espera de que el proyecto del Nou Palau arranque de verdad. Y lo necesita.
Las instalaciones y la conexión con la grada
El Madrid disfruta de unas instalaciones para prepararse y de unos servicios médicos y de recuperación de nivel NBA, y cuenta con un muy buen pabellón, el Movistar Arena, el Palacio de siempre, pero en la asistencia de público es 12º (8.889) y antepenúltimo en el porcentaje de ocupación del recinto (65%). Lejos de los clubes más punteros y, sobre todo, cifras que se deberían mejorar porque se puede. Igual que los ingresos que se generan, al alza y a la vez insuficientes al ritmo que crecen los salarios. Quizá falte más conexión del baloncesto blanco con un público más amplio y vender más y mejor el producto. Se podrían articular mecanismo para que los abonados puedan ceder sus entradas, como en el fútbol, en caso de no acudir a un partido. Y muchas otras cosas que pusieran más arriba al baloncesto merengue y al azulgrana, ambos con una cantera que funciona por encima de las de otros clubes de élite, aunque la formación puede perder peso por la irrupción de las universidades americanas.
Se trata de ser el mejor fuera de la pista y en ella. Cuando toca construir la plantilla, la ambición, traducida en millones, es máxima en el Panathinaikos y el Olympiacos, que se retroalimentan el uno al otro, y en el Fenerbahçe, el AS Mónaco… parece que en el Efes y también en el nuevo Hapoel ganador de la Eurocup.
Presupuestos y contratos: Nunn, Vezenkov...
En cuanto a presupuesto (veremos si hay reducción en el Barcelona), los dos gigantes españoles están siempre a la cabeza o en los primeros puestos en cuanto a la cuantía total. Sin embargo, las diferencias de fiscalidad en otros países hacen que el dinero destinado en neto a sus jugadores esté por debajo de los clubes griegos, por ejemplo, que se gastan en personal deportivo, incluidos ahí los técnicos, muy por encima de los 20 millones, mientras que los dos potentados de la ACB no pasan de los 16 o 17 millones en neto. Equipos amplios con una buena clase media, pero sin la exuberancia de los griegos y, sobre todo, sin alcanzar esas cantidades de más de tres o cuatro millones libres de impuestos a las grandes estrellas (que en su caso es en bruto), como pasa ahora con Kendrick Nunn o Sasha Vezenkov. Unos desembolsos desproporcionados que, como hemos visto el pasado fin de semana en Abu Dabi, no garantizan la gloria. Esa se alcanza con una suma de bastantes cosas, algunas muy diversas.
Hablábamos de dinero, uno que, por otra parte, el baloncesto no genera en esa cuantía, de ahí que el presidente del Alba Berlín, que renuncia a la Euroliga, hable de 200 millones de pérdidas conjuntas entre todos los clubes por la diferencia entre lo que se ingresa y lo que se gasta. Esa ambición, la de los dueños millonarios, es difícil de sujetar, incluso con el nuevo Fair Play financiero aprobado, porque en algunos clubes también puede ser compleja la auditoría. Nos referimos a controlar qué dinero se invierte de verdad y cómo. Sobre el papel es posible ese modelo muy bien pensado de equilibrio competitivo y estabilidad en los clubes, en la práctica no será tan sencillo, al menos no tanto como en el modelo NBA de franquicias donde existe un control total de la Liga.
Mercado inflacionista
Lo que sí parece es que en el actual escenario de más equipos con avidez por ganar y cierta escasez de talento en el mercado, con la NBA como feroz cazador y ahora también la NCAA apuntando a los más jóvenes, el mercado de fichajes se presenta claramente inflacionista, al alza este verano (y la entrada, si se produce, del Dubái Basketball contribuirá a ello); a la espera de que pueda mitigarlo el citado control financiero en las próximas campañas.
La pista y el talento de los jugadores decide siempre, aunque hay otros muchos factores que pueden marcar el devenir de un club. ¿Es la ausencia española en esta Final Four una salida de pista coyuntural o puede convertirse en una norma en próximas ediciones? Esperamos que sea lo primero; sin embargo, para que lo segundo no pase toca trabajar, hacer aún mejor las cosas y vender más nuestro baloncesto. Hay competencia.
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